Cuando os hablare el Faraón y dijere: “Mostrad en favor vuestro un milagro”, entonces dirás a Aharón: “Toma tu vara, y échala delante del Faraón, y se torna cocodrilo.” Shemot 7, 9 Estas fueron las instrucciones que Moshé recibió antes de su segunda entrevista con el Faraón. Recordemos que en la primera vez se presentaron ante él (ibid. 5, 1) sin proponerle señal o maravilla alguna, sólo invocaron el nombre “del Eterno, el Dios de Israel” y le plantearon Su exigencia: “Deja ir a Mi pueblo”. Atónitos ante la respuesta del Faraón: “No conozco a ese Eterno, ni tampoco dejaré ir a Israel”, no supieron qué responderle. El Faraón reaccionó haciendo más pesado aún el yugo, agravando la esclavitud y la crueldad. Esta vez aparecerán, por segunda vez, los emisarios del Eterno y propondrán señales y milagros. Pero, ¿está acaso interesado el Faraón en señal alguna? Objetando al respecto Abravanel:
¿Para qué les pedirá el Faraón tal prueba? Puesto que ya vimos que no quiso escucharles ni ver sus milagros, como les dijo (en la primera entrevista): “Id a vuestras cargas”. ¿Cómo es entonces que les dijo el Señor: “Cuando les hablare el Faraón” y os pidiese “mostrad en favor vuestro un milagro”? Como si estuviera interesado en ello.
En realidad la pregunta es más grave aún. Comparemos este caso con la actitud de Ajaz, rey de Yehuda, al negarse a recibir la señal que le propuso Yeshaya como prueba del cumplimiento de la promesa de Dios. En el Midrash Tanjuma, párrafo 92, parashá Vayetze, leemos el siguiente comentario:
Díjole Yeshaya (7, 11): “Pide para tí una señal de parte del Señor, tu Dios; en lo profundo pídela” – que resuciten los muertos – “o en lo alto arriba” – que descienda Eliyahu del cielo. Respondióle Ajaz: “Yo sé que puede hacerlo, pero no quiero que se glorifique por mi mano el nombre del Señor”. Así fue dicho: “No (la) pediré, ni tentaré al Señor” (ibid. 7, 12).
Si Ajaz, rey de Yehuda, fue capaz de conducirse así, con más razón aún era de esperar tal conducta del Faraón, rey de Egipto. ¿Acaso él sí estaría interesado que se glorifique el nombre del Señor por su mano; y que se demuestre el poder del Creador ante los ojos de todos sus sabios y hechiceros, por medio de señales y milagros?
Nos parece acertada la opinión de los comentaristas que sostienen que el Faraón estaba muy seguro que estos dos ancianos extranjeros no fueron ni serían capaces de mostrar señal alguna. Precisamente, por esto motivo, les exigiría una señal. Pasemos revista a los acontecimientos ocurridos entre la primera entrevista (5, 1-4) y la segunda. Agravóse el yugo de la esclavitud, aumentaron y agravaron sus sufrimientos; los capataces de entre los hijos de Israel, viendo a sus hermanos en desgracia se dirigieron al Faraón para implorarle piedad para ellos y para sus hermanos. Pero como sus ruegos no tuvieron éxito, se dirigieron a Moshé y a Aharón viendo en ellos – no en el Faraón – la causa de sus sufrimientos. Puesto que fueron ellos los que irritaron al Faraón, con sus entrevistas desprestigiaron al pueblo a sus ojos; también fueron ellos la causa de la intensificación de las desgracias. El Faraón había conseguido su propósito. La ira de los sojuzgados ya no se dirigirá contra él, sino contra sus propios dirigentes. La agravación del decreto no aumentó el odio hacia él, sino que creó en el corazón del pueblo la desconfianza y hasta el descontento contra sus dirigentes. Ahora sólo resta hacer pública la vergüenza de estos dos. Es necesario demostrar su total impotencia, e inmediatamente estos dos ancianos quedarán aislados y expuestos al escarnio, no sólo de los hechiceros y sabios, sino también de su propio pueblo. Por eso diría el Faraón: “Mostrad en favor vuestro un milagro.” 7, 9 No diría – como es habitual – “mostradme (a mí) un milagro” (como por ejemplo leemos [Devarim 13, 2]: “Si se levantare en medio de tí profeta … que te propusiere (a ti) una señal o maravilla”), pues él mismo no necesitaba señal alguna, el sabía por anticipado que no hay nada serio en su misión. Pero dijo: ¿Quieren Uds. Mostrar vuestro poder?, como no. Mostrad en favor vuestro un milagro, y veremos.
Alshej, que acostumbra interpretar el término lémor como indicación que lo que se dice se ha de transmitir a otros, se encuentra en aprietos para explicar la expresión lémor que figura aquí. Lo habitual es explicado – según Alshej – como por ejemplo en el versículo tan comun en la Torá: “Y habló el Señor a Moshé, (‘lémor’=) diciendo”; es decir, para que Moshé lo transmita a su vez a los hijos de Israel. Pero aquí, en el verso: “Cuando os hablare el Faraón (‘lémor’=) y dijere …”, explicó de la siguiente manera:
Dijo: “lémor”. Puesto que el Faraón no les iba a pedir un milagro, para que le merezcan fe, sino para poder hablar después en contra de ellos, cuando todos verían que no pueden realizar milagro alguno. Este es el sentido de “lémor” aquí: cuando el Faraón diga “mostrad en favor vuestro un milagro”, lo hará con la intención de poder decir sus argumentos en vuestra contra, no para creerles. Y debido a que esta señal infligirá un golpe decisivo al Faraón, y no ha de servir para la sola demostración de la veracidad de la misión encomendada, se ordenó la demostración de una señal distinta a la que fue mostrada a los mismos israelitas, respecto a quienes leemos:
Y El dijo: “Echala a tierra”, y él la echó a tierra, y convirtióse en una serpiente. 4, 3
Mientras que frente al Faraón: “Toma tu vara y échala delante del Faraón, y se tornará cocodrilo.” 7, 9
Esta diferencia fue interpretada de un modo muy indefinido por Casuto, en su comentario a Shemot: En lugar de la serpiente, propia del desierto, donde le fue comunicada la señal a Moshé, aparece aquí el cocodrilo, que es más apropiado a la fauna egipcia. Evidentemente Casuto no captó la mordacidad de la variante, tal como lo vió el Midrash:
Dijo el Santo, alabado sea: “Este malvado se envanece y se denomina a sí mismo, cocodrilo, como leemos (Yehesqyel 29, 3): ‘El Faraón, rey de Egipto, el grán cocodrilo que yace en medio de sus ríos’. Ve y dile: Observa esta vara, es un trozo de madera seca, se ha convertido en un cocodrilo y posee espíritu y alma, se traga todas las varas, pero finalmente tornaráse en un trozo de madera seca.
También tú, te formé de una gota maloliente, te dí poder y te envaneciste y dijiste (ibid.): ¡¡Mío propio es mi río (el Nilo), pues yo me lo hice! Pues he de tornarte a la informidad y al vacío. Tú te has tragado las tribus de Israel, he aquí, pues, que saco el bocado de tu boca” Pero con todo esto, vemos que la ejecución de la señal – que simboliza la derrota de Egipto – tampoco hizo mella en el Faraón.
Y se endureció el corazón del Faraón, de manera que no los escuchó.
¿Cómo es posible?
El Midrash responde a esta pregunta explicando como logra el Faraón liberarse de la prueba demostrativa que implica el milagro. Cómo busca y encuentra enseguida una explicación cómoda a fin de evitar todo temor, toda impresión que puede haberle causado la señal:
Shemot Rabá 9, 4: Entonces el Faraón también llamó a los sabios y a los hechiceros. En ese momento comenzó el Faraón a hacer escarnio de ellos, y les decías: “¿Estas son las señales de vuestro Dios? … Es usual que los mercaderes ofrezcan sus mercaderías en los lugares donde son requeridas, ¿acaso se le ocurriría a alguien … echar agua a la mar? ¿No saben Uds. Que todos los hechizos están a mi disposición?” De inmediato mandó traer a niños de su escuela que lograron hacer lo mismo. No sólo eso, llamó también a su esposa y también ella lo hizo …
Dijeron Yojaní y Mamre – dos de los hechiceros más importantes de Egipto – a Moshé: ¿Paja Uds. traen a Ofaraim? (Refiriéndose a una ciudad donde abundaban los cereales).
Resulta entonces: La señal o el milagro no convencen sino a quien está predispuesto a convencerse. También Eliyahu que en su ira y su celo por Dios, trató de ir por este camino de convencer por medio de maravillas, pero se dió cuenta de lo pasajero de su influencia.1
¿Acaso no conocía también el Faraón la inutilidad de la hechicería de Egipto? Por ello, no podía ser esto lo que conmovería al Faraón, que aseveró: “No conozco a este Eterno” ¿Cuándo se conmovió su soberbia? Al final de la parashá, después de la plaga del granizo escuchamos decirle por primera vez:
Y el Faraón envió y llamó a Moshé y Aharón, y les dijo: “He pecado esta vez el Eterno es el justo y yo y mi pueblo somos los malvados”. 9, 27 Notamos aquí un cambio en su manera de pensar. Su seguridad se conmovió. Mas, no fue la señal lo que lo conmovió. ¿Cuál fue entonces el factor que produjo este gran cambio, hasta el punto de llevarlo a tal confesión? Nuestros Sabios en el Tanjuma (Vaerá 20) lo explican de la siguiente manera:
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1 Según la opinión de los Sabios, aún en el instante que requirió del Señor una señal para demostrar la verdad, aún en el momento que esperaba un cambio de rumbo de los corazones por medio de la señal, al mismo tiempo sabía fehacientemente que la señal no es convincente.
Por lo que dijeron los Sabios en el Talmud, tratado Berajot 9b: Leemos (Melajim I, 18, 37): “¡Respóndeme, oh Señor, respóndeme!” Dijo Rabí Abahud: “¿Con qué motivo repitió Eliyahu el vocablo ‘respóndeme’ dos veces? De lo cual deducimos que Eliyahu dijo al Señor: ‘¡Señor del mundo, respóndeme!’ y que caiga fuego del cielo y consuma el holocausto. Y además ‘respóndeme’ y que se descuiden, para que no se los ocurra decir que es obra de magia”. (Explicando Rashí: “Que se descuiden, y no penetre en sus corazones el mal designio de los inicuos de rebatirme y decir: Por medio del arte de la magia has conseguido este fuego).
Dijeron nuestros Sabios: En ninguna de las plagas dijo el Faraón: “El Eterno es el justo”, salvo en la plaga del granizo, ¿porqué? Cuando alguien le hace la guerra a otro, lo ataca de improviso, lo mata y lo despoja, pero el Santo, alabado sea, no obró así, sino dijo al Faraón (ibid. 9, 19): “Ahora, pues, envía y haz que se ponga a cubierto tu ganado, y todo lo que tienes en el campo, porque sobre todos los hombres y animales que fueren hallados en el campo, y que no estuvieren bajo techo, caerá granizo, y morirán”. No lo influenciaron la señal ni la maravilla, sólo Su misericordia que fué una novedad en el mundo pagano del Faraón, extraño al espíritu de su imperio, denominado “la Casa de los Esclavos”. Pero, aún este doblar de cabeza ante la misericordia del Eterno fue sólo momentáneo.
Tomado de: “Reflexiones sobre la Parasha”, Prof. Nejama Leibowitz, publicado por el Departamento de Educación y Cultura Religiosa para la Diáspora de la Organización Sionista Mundial, Jerusalén, 1986 págs. 77 – 82.