La tierra como propiedad de Dios

La tierra como propiedad de Dios

El paralelismo entre el episodio de Ierijó y los preceptos de Shmitá y Iovel enseña, que así como los preceptos de Shmitá y Iovel dan cuenta del hecho de que la tierra es de Dios, y llevan al pueblo a un estado iniciático en el que cada uno recibe la heredad de Dios, del mismo modo la conquista de Ierijó representa un nuevo comienzo en el cual la tierra es posesión de Dios y le es entregada al pueblo de Israel en heredad.

En el relato del episodio de Ierijó se destacan elementos rituales: la descripción de los Cohanim (Sacerdotes) portadores del Arca, las vueltas y el toque del Shofar. A esto se le puede agregar el recuento simbólico que se repite en esta historia en relación con el número siete, que generalmente se relaciona con asuntos de santidad: en el transcurso del relato figuran siete Cohanim (Sacerdotes) quienes son los portadores de los siete Shofarot; la caravana rodea la muralla durante siete días; en el séptimo día se describen siete vueltas adicionales; y el punto culminante del episodio tiene lugar tras la séptima vez. Asimismo, en este episodio se destaca la repetición de una serie de palabras guía que aparecen como múltiplos de siete: la raíz hebrea סב"ב (7 veces), el verbo רו"ע  (7 veces), la palabra Shofar (14 veces) y la raíz שב"ע  (14 veces)

El fundamento de la estructura simbólica de “seis y siete”, o sea seis miembros y el séptimo que viene a continuación es sagrado, también existe en los preceptos de Shmitá (Año Sabático) y Iovel (Jubileo) en el capítulo 25 del libro Vaikrá. El paralelismo entre el episodio de la guerra en Ierijó y los preceptos de Shmitá y Iovel es muy fuerte especialmente a raíz del mandamiento de tocar el Shofar, y la utilización del vocablo “Iovel”. El Iovel se celebra después de siete Shmitot (séptimos), y la Tekiá es escuchada en el séptimo mes, tras lo cual se proclama la libertad para todos los habitantes de la tierra; en el relato de la guerra en Ierijó se realizaron vueltas durante siete días, y en el séptimo día se duplicaron las siete vueltas, mientras que luego de la séptima se registraba el momento culminante.

Parece que en el relato existe un nexo básico con los preceptos de Shmitá y Iovel. Los mandamientos de Shmitá y Iovel entran en vigencia tras la llegada a la tierra, y ellos simbolizan que  Dios es el dueño de la tierra. Dios, el dueño de la tierra, les concede la tierra a todos sus habitantes judíos, y por consiguiente, ellos retornan cada uno a su parcela de tierra, la cual es redimida por el comprador temporario de ella. En este sentido simbólico, el alarido que hace sonar el pueblo en el séptimo día del rodeo a Ierijó, les concede la tierra y el retorno a la parcela: “Griten pues el Eterno les ha entregado la ciudad” (Versículo 16). Este es, de hecho, el momento del inicio de la concreción de la posesión de Dios sobre la tierra y su concesión al pueblo de Israel. Es posible que dicho enfoque se halle en el contexto de la destrucción total de la ciudad de Ierijó, como admisión del hecho de la posesión total de la tierra por parte de Dios.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj.

Gentileza del sitio VBM de la Academia Rabínica "Har Etzion".

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