Azotes o prisión-¿qué es preferible?

Azotes o prisión-¿qué es preferible?

En nuestro capítulo, la Torá describe la pena de azotes que le fue impuesta a aquel que cometió un pecado en forma intencional. Este castigo, a pesar de ser un castigo corporal, posee derivaciones educativas mucho más significativas que el de permanecer recluido en la prisión.

Estamos habituados a pensar que todo castigo corporal está fuera de los límites, y en su lugar optamos por la negación de la libertad, no obstante, dicha evaluación no necesariamente es correcta, e impone una nueva evaluación. No sólo eso, sino que lo importante del castigo de los azotes no es el dolor, y la Torá ni siquiera hace referencia al dolor corporal. Ella alude al hecho de que “se degrade tu hermano ante tus ojos” (Versículo 3)-y de hecho, a través de esta expresión nos enseña dos fundamentos centrales:

El primero de ellos es la determinación de que lo importante de la pena es que “se degrade”, es decir: la vergüenza. Este es el obstáculo principal ante el pecado y la reincidencia, y es la vía apropiada para lidiar con el mundo del hampa y no una forma tan cruel como las cárceles. Está claro que hay situaciones en las que se pierde la vergüenza, y entonces, a pesar de que la Halajá (Ley religiosa judía) establece que “aquel que recibió azotes y reincidió, el tribunal decide alojarlo en prisión y es alimentado con cebada hasta que su vientre se inflama…” (Sanhedrín 89, 45). La Halajá no cierra los ojos ante la pérdida de la vergüenza, sin embargo, hace uso de la pena de la cárcel (que es muy diferente a la que conocemos actualmente) como segunda opción y no como la primera.

El segundo fundamento, opuesto en su tendencia, es el énfasis en que “se degrade tu hermano”, y la Torá oral hace hincapié “cuando recibió los azotes-he aquí que él es como tu hermano” (Makot 3, 15). El sistema de castigos bíblico hace hincapié en la posibilidad de un volver a empezar y de una reinserción social, y obliga a la sociedad a relacionarse con el que fue azotado como si fuera “su hermano” y permitirle insertarse en la sociedad y ser parte de la misma. El hecho se combina muy bien con el deber de concesión al siervo hebreo que es liberado, y con otros numerosos preceptos de la Torá que imponen el hecho de brindar la posibilidad de ser parte integral y no diferenciado y marginado.

En el momento en que se desarrolla el pensamiento a la luz de los preceptos de la Torá, es colocado un espejo ante los ojos de la sociedad, la misma revela que cuestiones dadas como por obvias, como por ejemplo, la cárcel, requiere un replanteamiento, y un Estado judío debe evaluar su sistema de penas a la luz de los postulados de la imagen y semejanza Divina, la dignidad de las criaturas, el deber de erradicar el mal, y un conocimiento profundo del hecho de que, por un lado, se trata de un delincuente, y por el otro, de tu hermano.

Editado por el equipo del sitio del Tanaj
Gentileza del sitio de la Academia Rabínica "Orot Shaul"

 

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